domingo, 16 de octubre de 2011

Patrick Wolf, intenso y maduro

Sala Penélope, Madrid.
  Foto: Magnus D
Los lustrosos zapatos negros y la camisa de Frida Kahlo que lucía el sábado el inglés Patrick Wolf encima del escenario eran una de las muchas pruebas de que el chaval escuchimizado e introvertido de los primeros discos ha quedado muy atrás. Wolf ha cambiado a medida que ha ido desarrollando su polifacético (e indiscutible) talento, y el resultado fue una muestra de sutileza, complejidad musical y conexión con el público bastante satisfactoria.
El músico de veintiocho años que salió al escenario (con un considerable retraso) no tenía nada que ver con el impulsivo Patrick que fingía ataques epilépticos en el FIB del 2007. Comenzó sentándose frente a un arpa irlandesa y tocando con infinita sensibilidad Armistice, uno de los temas de su último disco, Lupercalia, y siguió con el aura de romanticismo calmado la primera mitad del concierto.
Sin embargo el comienzo no resultó tan embriagador como debería. Patrick Wolf se acompaña de una banda de cinco músicos, y se mostraba claramente incómodo ante la torpe ecualización del sonido: el bajo y la batería apenas permitían distinguir la grave voz del cantante durante las primeras canciones, y ni qué digamos los acompañamientos de violín. Esa frialdad se trasladó al público, que además de ser bastante escaso hablando de un músico internacional, no parecía responder con demasiado entusiasmo a los temas que ni conocían del todo ni les sonaban bien.
Sin embargo el ambiente se caldeaba a medida que la noche avanzaba, y el punto de no retorno se produjo con la preciosa The Days, que él interpretó de forma exquisita y que dejó a toda la sala con la respiración contenida y el corazón en manos de Wolf.


 Foto: Magnus D
A partir de ahí todo fluyó en cascada, con un alegre Berdmonsey Street y una intensísima interpretación de Together, en la cual el cantautor se arrodilló para quedar cara a cara (y mano a mano) con un público hipnotizado.
Su actitud también cambió notablemente cuando arreglaron las numerosas imperfecciones de sonido y la música empezó a conectar con los asistentes. Después del bis surgió un Patrick vestido con un extravagante mono de lunares blancos y negros que trató de hablar un poco en español y que prometió volver a Madrid más a menudo. El final del concierto arrancó entonces con mucho más entusiasmo y canciones sacadas del positivista Magic Position (2007), que Wolf bailó y saltó con todo su glamour bizarro y aspavientos teatrales que habían ido surgiendo poco a poco a lo largo de la noche. Entre giros y rodillazos, Wolf se sentía infinitamente más cómodo y sonriente de como se había mostrado al inicio, y en el último tema parecía realmente agradecido por el recibimiento en un país que no visitaba desde hacía dos años.
Finalmente la de Wolf resultó ser una actuación que se quedó corta, con carencias singulares de sus dos primeros discos (Lycanthropy y Wind in the wires) y versiones poco acertadas, como la melódica Who will reconvertida en electrónica en su totalidad. Sin embargo la detallada interpretación de sus otros temas demostraron un gran talento que se ramifica en muy diferentes estilos, lo cual hace de Wolf un verdadero artista.

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