sábado, 10 de diciembre de 2011

Un dios Salvaje, de Roman Polanski



La historia es sencilla: dos niños discuten en el parque, uno pega al otro y los padres de ambos deciden reunirse para tratar de solucionar el conflicto de forma racional y civilizada. Sin embargo el inicial tono conciliador y moderado acaba derivando en una guerra a cuatro bandas en la que los progenitores acaban siendo peores que los niños. Y es que Un dios salvaje viene a decirnos que tras la fachada de mundano civismo que todos nos hemos ido construyendo aun sigue existiendo una parte irracional con sus pequeñas (o no tan pequeñas) rabietas, egoísmos y enfados.

Polanski sitúa la acción en único espacio y tiempo. La película se desarrolla enteramente  en el interior de un apartamento de Nueva York (salvo los títulos de crédito iniciales y finales donde se nos muestra un parque). Nada de efectos especiales, elipsis ni saltos hacia adelante o hacia atrás, lo que ocurre es lo que vemos: tan solo cuatro personajes en un escenario. Esta sencillez y economía de recursos, que lejos de desmerecer aumentan el atractivo de Un dios salvaje, es herencia directa de la obra teatral que la inspira, Le dieu du carnage, de Jasmine Reza, aunque Polanski ha explotado más la vena humorística del asunto.


Los cuatro protagonistas en un momento de Un dios salvaje
Sin duda lo más destacable es la brillante actuación de los cuatro actores que esta película tiene por todo elenco. Kate Winslet pasa desapercibida al comienzo, pero hacia la mitad despega en una actuación llena de verosimilitud. Jodie Foster da el contrapunto histriónico a la historia con su dramatismo exagerado. John C. Reilly sale de su acostumbrado papel secundario y obtiene un merecido protagonismo. Por último el más sobresaliente es Christoph Waltz, quien aporta el humor ácido, cínico y satírico que será la tónica general en toda la película.

Hay quien no deja de ver en Un dios salvaje ciertas referencias a La soga, de Hitchcock, por aquello de la unidad espaciotemporal, o a El ángel exterminador, de Buñuel, en las escenas en las que el matrimonio encarnado por Kate Winslet y Christoph Waltz intenta salir de la casa pero son irremediablemente atraídos de nuevo al interior. Lo cierto es que Polanski ha creado una obra especialmente atractiva y divertida que sin duda se hará un hueco en las próximas entregas de premios. Se aceptan apuestas.

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