lunes, 21 de mayo de 2012

Coldplay agranda su leyenda en Madrid

Ayer en el Vicente Calderón se volvió a vivir otra noche mágica protagonizada por la banda londinense Coldplay. Los ingleses ya se pasaron por la capital de España el pasado octubre para presentar al mundo su nuevo disco en un directo que también maravilló a sus asistentes. Pero ayer se superaron. A ello contribuyó, entre otras cosas, que su último trabajo ya había sido digerido por los fans, que coreaban las nuevas canciones tanto como los temas más famosos; que nos dejaron veinte minutos más de espectáculo respecto a Las Ventas y que la capacidad del coliseo rojiblanco era mucho mayor que la plaza de toros madrileña, lo que que hizo más épico y espectacular  el concierto.

Eran las diez de la noche cuando Chris Martin y los suyos se pusieron el mono de trabajo y salieron a un escenario muy colorido, acorde a la estética grafitera fluorescente de su último álbum "Mylo Xyloto". Horas antes cayó el diluvio universal, acompañado de algo de granizo, y a punto estuvo de suspenderse el concierto. Pero el tiempo dio una tregua y respetó todo el espectáculo.

En medio de las miles de luces que desprendían las pulseritas que repartió la organización, sonó el primer tema de la noche: Hurts Like Heaven. Una canción muy movida del último disco que, junto a los fuegos artificiales y la expectación que había desde hacía un rato, hizo que el público comenzara a darlo todo desde el principio. Le sucedieron In My Place, uno de los grandes singles de la formación británica, y Major Minus y Lovers In Japan, dos canciones muy bailables con las que el público conseguía entrar en calor. A todo esto el líder de Coldplay daba sus características piruetas y carreras de un lado a otro del escenario.

El primer momento grande de la noche llegó cuando sonaron los acordes de The Scientist, la balada más famosa de los ingleses, seguida de la emotiva Yellow. Con estos dos clásicos Chris Martin comenzó a interactuar con el público y se metió en el bolsillo (si no lo había hecho ya antes) a los 55.000 personas que acudieron ayer a la ribera del manzanares. A continuación se escuchó Violet Hill, una de las canciones más rockeras de la noche, que con una batería muy potente hizo vibrar al estadio entero. Mención especial merece Will Champion, el pluriempleado batería, que además de encargarse de la percusión, por momentos podíamos verle haciendo los coros, tocando la guitarra o ejerciendo su labor en el piano.

Después de esto bajó algo la intensidad del espectáculo, sobre todo por canciones como Up In Flames o Warning Sign, que a pesar de la carga sentimental que le puso el cantante, hicieron decaer un poco el ánimo.

Sin embargo, aún faltaba la artillería pesada. El momento épico del espectáculo llegó de mano de Viva La Vida y Paradise, entre las que se coló Charlie Brown, otro tema bastante movido y alegre. Con Viva La Vida, un himno del rock ya consagrado, se produjo una comunión perfecta entre el grupo y el público, en el que estos últimos gritaban los coros de la canción mientras el cantante permanecía exhausto tirado en el suelo. Los espectadores, enloquecidos, continuaron con la fiesta en Paradise, sin duda, el principal single de "Mylo Xyloto".
En su primera despedida, abandonaron el escenario principal para dirigirse a otra plataforma situada en al otro lado del estadio. Allí pudimos escuchar Us Against The World y un acústico de Speed Of Sound, lo que indicaba que ya faltaba poco para la conclusión.

Tras volver al decorado principal, sonaron dos de los singles que más fama les han dado: Clocks y Fix You, que emocionaron a todos los presentes. Y finalmente, Every Teadrop Is a Waterfall puso punto y final en medio de toda la pirotecnia a una monumental fiesta.


En cuanto a los puntos negativos, podemos señalar la duración como uno de ellos. A pesar de que se extendieran más que en Las Ventas, una hora y tres cuartos se me antoja corta para un grupo que tiene cinco discos a sus espaldas. Y por otro lado, bastante mal la organización quitando los paraguas a la entrada, una de las armas más mortíferas del planeta.

Pese a ello, ayer pudo verse a la banda que actualmente domina el rock de estadio, y gran culpa de ello tiene su carismático líder, que derrochando energía por todas partes sabe cómo manejar al público a su antojo; y la fantástica escenografía que montan: luces, colores, confetis y fuegos artificiales. Todo ello puede convertir un domingo cualquiera en una noche mágica e inolvidable.

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