miércoles, 4 de abril de 2012

El cine digital viene para quedarse

Hace pocos meses estrenábamos el año 2012 con una triste noticia para el mundo de la fotografía y el cine. El once de enero la empresa Kodak se declaró en bancarrota. La compañía, fundada por George Eatsman en 1892, no ha podido soportar sus enormes pérdidas y ha entrado en concurso de acreedores. Pero es mucho lo que se le debe a Kodak. Esta compañía ha sabido hacer la fotografía y el cine accesibles a todos: con cámaras y carretes  sencillos de usar y la llegada del cine en formato 8 milímetros, Kodak se abría al mundo amateur, marginado por el resto de marcas. Por algo es (o era) la principal suministradora de películas cinematográficas en todo el mundo tanto para profesionales como para no profesionales; cuando nos imaginamos la típica película desfilando ante un proyector, seguro que es una Kodak. Sin embargo parece que con su desaparición el mundo del celuloide está sentenciado. Escasean los fotógrafos que utilizan cámaras de carrete, y cada vez son menos los directores que utilizan ruedan con celuloide. El paso a lo digital es obligado.


Pero el cine digital no es algo tan nuevo como nos pueda parecer. Fue en 1973 cuando se vio por primera vez una imagen digital en una película. Se trataba de Almas de Metal  (Westworld, de Michael Crichton), donde se utilizaron imágenes tratadas por ordenador para recrear la visión de un robot. Curiosamente fue en la secuela de esta película, Futureworld (dirigida por Richard T. Heffron en 1976), donde se utilizaron por primera vez efectos gráficos tridimensionales. Un poco más tarde, en 1982, se estrenaba en los cines Tron, del director  Steven Lisberger, y los espectadores disfrutaban de la primera escena creada enteramente por ordenador. La tecnología fue avanzando y en los noventa aparecieron dos gigantes del sector: Pixar y DreamWorks; y en el 95 llegaba Toy Story , el primer largometraje animado totalmente por ordenador.

Actualmente son mayoría las películas que se filman en digital. En los rodajes ya no es tan usual ver las típicas latas de cinta fotoquímica. Son muchos los directores prefieren grabar con cámaras digitales, ya que les permiten ver en cualquier momento qué es lo que han grabado sin necesidad de revelar la película. Las principales ventajas que tienen los bytes frente al celuloide tradicional son claras: menores costes, los procesos de producción y post-producción son más rápidos y sencillos, y las copias no se degradan tan fácilmente como lo hace la cinta de película. Hace a penas unos meses se estrenaba el documental Side By Side, donde Keanu Reeves, el actor de Matrix, charla con otros directores sobre la tecnología digital, y muchos de ellos (como  George Lucas, James Cameron o David Lynch) han reconocido que han abandonado definitivamente el mundo del celuloide y se han pasado al lado digital.

Sin embargo no todo son buenas críticas. Dentro del mundo de la teórica fílmica hay una gran controversia a este respecto. Muchos pensadores han reflexionado a cerca del arte de hacer cine, y consideran que el valor añadido del cine frente a otro tipo de arte es la capacidad que tiene de plasmar la realidad sin que intervenga el hombre. Es cierto que hay una puesta en escena, una representación,  pero este proceso es entendido como un homenaje a la realidad de la vida misma, y la cámara es capaz de captar de forma mecánica su esencia. Al menos esto es lo que han defendido pensadores y directores como Bazin, Tarkovski, Rohmer o Mourlet entre otros muchos. Sin embargo la tecnología digital acaba con esto; se habla de una “banalización” de la imagen fílmica, la realidad se comprime en una serie de datos que luego son descomprimidos, así una y otra vez. La magia del cine reducida a unos cuantos gigas de memoria. Por ello hay directores, como el español Víctor Erice, que rechazan de plano lo digital y han llegado a afirmar que puede ser el “fin del cine”.

Pese a ello, más tarde o más temprano los teóricos del cine tendrán que aceptar la llegada de la tecnología digital. Dentro de unos años el celuloide quedará para los nostálgicos que escuchan vinilos, ven vídeos en VHS o tiran fotos con carrete. Y es que es de todos conocido: renovarse o morir.

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