Cuando se anunció el estreno de Gravity, la atención de
espectadores y crítica se centró en la parte visual. Se hablaba de una
reinvención del 3D, de una experiencia sensorial que te transporta al espacio
exterior y que cumple los deseos de aquellos que alguna vez quisieron ser
astronautas. ¿Cuándo pasó algo parecido, cuándo se formó tanto revuelo por
innovaciones visuales? Ah, sí. Avatar.
Y sin embargo y al contrario que en la película de James
Cameron, Gravity funciona también en la trama. Sigue una estructura simple, el
viaje iniciático que todos conocemos desde La Odisea: protagonista con apenas experiencia se
encuentra en una situación límite y debe superar una serie de obstáculos para
volver a casa. Mientras tanto, se van revelando características del
protagonista para que empatices con él. “Todo es Ulises” decía la escritora
Irati Jiménez, quien a su vez lo escuchó de su profesor de guión en la Universidad de
Navarra. Y a pesar de todo, la película funciona, atrapa al espectador y consigue
hacerte olvidar cosas como Miss agente
especial.
Sandra Bullock ha querido reinventarse y no ha podido
escoger una película más difícil para hacerlo. Embutidos en sus trajes
espaciales, tanto ella como George Clooney dependían únicamente de su voz y su
lenguaje corporal, entorpecido por la gravedad cero, para transmitir. Hasta sus
rostros permanecen ocultos en gran parte del film.
George Clooney no brilla, pero no porque trabaje mal, sino
porque Gravity es una historia de un único personaje, y Bullock tiene la misión
de sostener la trama casi todo el tiempo. Cuarón sabía dónde se metía y por eso
recurre a giros y estructuras de guión seguras y mil veces probadas, y de paso
consigue imágenes que dejan con la boca abierta. Esa visión de la astronauta en
posición fetal, flotando dentro de la nave, se queda grabada en la retina del
espectador.
Es posible que uno de los mayores fallos de este guión sea,
precisamente, ensalzar el personaje de Bullock de tal manera que llega a
resultar forzado. La primera premisa del buen cine es “enseña, no cuentes”, y
casi todo lo que sabemos de la doctora Ryan Stone se nos dice y no se nos
muestra. “Tenía una hija y murió”, ergo, te caigo bien y deseas que regrese a la Tierra. La situación da poco
margen para que las acciones de la doctora definan su personalidad. Pero aún
así te perdonamos, Gravity.
Se ha hablado mucho de las licencias de guión que se han
tomado científicamente hablando. Pero estamos hablando de cine. Si a alguien
realmente le importa que la estación espacial y el telescopio Hubble estén en órbitas distintas, es
que no sabe disfrutar de la ficción cinematográfica.
Gravity es, por último, una película maravillosa para ver en
pantalla grande y una historia que engancha, con una premisa muy interesante.
Este tipo de “cine espacial”, que no ciencia-ficción, ofrece muchas
posibilidades más allá de lo que enseña esta película, así que constituye un
estupendo punto de arranque a obras más ambiciosas e, indudablemente, se trata
de un punto de inflexión en cuanto al uso de la tecnología visual. Bien hecho.